Época: El arcaísmo
Inicio: Año 630 A. C.
Fin: Año 580 D.C.

Antecedente:
El arcaísmo, periodo de esplendor

(C) Miguel Angel Elvira y Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

El momento más brillante de este arte colorista es, sin lugar a dudas, el período arcaico: el comercio, la multiplicación de la riqueza, la evolución social y la organización de las ciudades constituyen la base de tal florecimiento. Los artesanos extranjeros -ya tan comunes en los puertos etruscos desde el siglo VIII a. C.- se multiplican, y organizan talleres en expansión. Son a menudo -y conviene no olvidarlo- artistas secundarios de Grecia, que buscan fortuna en un mercado rico y poco exigente; pero a veces también hallamos grandes maestros: gentes huidas de tensiones políticas o de invasiones, hombres capaces de llevar consigo mucho más que el conocimiento de una técnica. Para fortuna suya, estos creadores se encuentran con un medio ávido de bienes de lujo y de elementos culturales más complejos (literatura, mitos, divinidades incluso), como corresponde a una aristocracia rápidamente enriquecida e insatisfecha de sus tradiciones.
Hacia el 630 a. C., cuando comienza el despegue, no se puede decir que, estilísticamente, Etruria haya salido del fenómeno orientalizante; incluso se suele llamar Orientalizante Tardío al período 630-580 a. C. Pero lo que sí se esboza es, dentro del enriquecimiento comercial, una sustitución de las aportaciones fenicias y chipriotas por los modelos griegos.

El cambio no es, desde luego, inmediato. En el campo de la escultura, por ejemplo, la resistencia de la tradición sirio-fenicia se prolonga hasta los primeros años del siglo VI a. C., aunque las obras sean muy escasas. El mejor ejemplo lo constituyen las destrozadas estatuas de piedra que adornaban la Tumba de la Pietrera, en Vetulonia (630-600 a. C.): varias figuras femeninas (acaso antepasadas, o plañideras), con los brazos sobre el pecho y trenzas de punta retorcida, evidencian un trabajo rudo, con toscas herramientas y a veces inacabado, pero, de cualquier modo, suponen un perfeccionamiento de los ensayos de Ceri. En cuanto a las Estatuillas Castellani, tres figuras de antepasados en terracota que aparecieron en una tumba de Caere, sólo cabe decir que en sus rasgos marcados y finos, en la animación de sus caras y gestos, saben concentrar lo más vivaz de la tradición urartia y asiria.

Mejor se observa la sustitución de modelos y el paso a un nuevo lenguaje en los escasos ejemplos conocidos -y hoy prácticamente invisibles, por desgracia- de la pintura de tumbas en este período. Las tumbas de los Animales Pintados y de los Leones Pintados, en Caere, con su iconografía oriental de fieras, héroes que las dominan y palmetas arbóreas, constituyen las últimas manifestaciones de ese gusto por lo meramente decorativo al que nos habían acostumbrado las tumbas principescas; pero ya la Tumba Campana, de Veyes (h. 600 a. C.), parece inclinarse insensiblemente hacia otros planteamientos: sin duda mantiene, y aun multiplica, las figuras zoomorfas y vegetales, pero lo hace con rasgos estilísticos nuevos, acaso de procedencia cretense, y multiplica las figuras humanas, intentando componer escenas. Como en el caso de la urna cineraria de Bisenzio, lo importante no es tanto determinar el sentido de estos grupos (¿cacería?, ¿marcha hacia el más allá?) cuanto apreciar la voluntad del artista etrusco por relatar algo propio de su cultura.

En realidad, la llegada de nuevos modelos utilizó como puntos de partida -no podía ser de otro modo- objetos menores, transportables y vendibles, y es en este campo donde la evolución se aprecia antes. Hacia el 630 a. C., las cerámicas griegas orientalizantes -rodia y corintia en particular- comienzan a multiplicarse en los puertos etruscos y, a raíz de su inmediato éxito, ciertos artesanos griegos se instalan en Toscana para imitarlas: el Pintor de las Golondrinas (h. 620-610 a. C.) será el interesante introductor del estilo grecoasiático de las cabras monteses, mientras que, a nivel artístico más modesto, el Pintor de la Esfinge Barbuda dará una versión personal de la cerámica corintia y supondrá el comienzo de los prósperos talleres etrusco-corintios.